Esta noche hablé con la Luna, y me contó que normalmente se sentía muy sola. Me relató cómo cada día veía la esperanza de un nuevo compañero que cruzaba la pequeña distancia que la separaba del suelo, pero como todo aquellos deseos se quedaban vagando por el espacio-tiempo.
- Poca gente se atreve a llegar hasta la Luna- me dijo- Muchos tienen miedo de dejarse algo allí abajo al intentar llegar hasta aquí arriba. Muchos no vuelan por miedo a caer, pese a que tengan alas.
- Pero, tienes que entender que el salto es grande.
- Sí, lo sé. Pero volar es tan bonito que deseo que todos lo prueben. Sentir que puedes flotar pese a que todo lo que lleves encima pese una tonelada. Ser capaz de bucear por el cielo y pisar tierras extrañas.
- La verdad es que suena muy bien. Supongo que son los mayores los que menos se atreven a llegar hasta aquí.
- Y ¿sabes por qué ocurre eso?
- No, ¿por qué?
- Porque dejaron de soñar, dejaron de perseguir todo lo que deseaban por conformarse con lo que ya tenían. Ellos no pueden llegar a la Luna, pero no porque no puedan, sino porque no son capaces de verla siquiera.
- Vaya, que triste ¿no? A mi me encanta verte, sentarme a tu lado y charlar contigo mientras las estrellas parecen danzar a nuestro alrededor.
- Pues entonces nunca dejes de soñar, porque solo quien pone sus miras alto podrá ver más allá de lo que hay.
Sí, esta noche en sueños hablé con la Luna y le prometí que ni el espacio ni el tiempo conseguiría alejarme jamás de mis sueños.